Un día de recados...
Desde mi llegada a España con siete años, en el dos mil uno, he oído hablar mucho de Segovia. A pesar de instalarnos con mi familia en Madrid, la visita a Segovia cada vez que venía a visitar un familiar, era obligada. Por lo tanto, recuerdo muchos paseos por las calles de Segovia. Con mis tíos en Diciembre, mis primos pequeños en Julio... Y la verdad que de cada paseo tengo un bonito recuerdo.
Hoy ya han pasado un poco más de trece años viviendo en España con mi familia y después de haber visitado Segovia de una forma turística, me toca vivir aquí, rodeado de buena gente y estudiando lo que realmente me apasiona en la vida.
Sin ir más lejos el paseo que recuerdo con más cariño sucedió hace un par de días. La noche del martes dormí muy mal y al día siguiente no pude ir a clase ya que no había cerrado los ojos en toda la noche. A las once de la mañana del miércoles, me despertó el telefonillo. Era ella, venía a proponerme un plan genial que consistía en que la acompañe a hacer todo tipo de recados.
Salimos de casa en dirección a la escuela de idiomas, caminamos por mi calle hasta llegar a la peatonal Francisco Lareda desde donde pudimos observar el acueducto en el fondo. Nos dirigimos hacia el y lo atravesamos para llegar a la academia, situada arriba de una cuesta que no se la recomiendo a ningún segoviano. Después de entregar las fichas que teníamos que presentar en la academia, nos dirigimos a la biblioteca de Segovia a retirar nuestras tarjetas de acceso. Caminamos por la calle Cervantes y nos ibamos deteniendo en los escaparates para cotillear ropa, zapatillas deportivas... Etc.
A mitad de camino nos acordamos que teníamos que pasar por el banco para abrir una cuenta donde ingresar el dinero de los alquileres. Decidimos ir a la sucursal que está en la calle mayor y hasta llegar a ella pudimos pasear por esta calle y sus alrededores observando a la gente un día de semana cualquiera, que no tiene nada que ver con la actitud de la gente un domingo a la mañana, que era a lo que yo estaba acostumbrado ver cuando iba a visitar con los familiares o amigos los días de paseo.
Al salir del banco, empezamos a caminar calle arriba hasta llegar a la plaza mayor de la ciudad donde nos detuvimos a observar el edificio del ayuntamiento y donde nos llamó la atención la cantidad y variedad de lugares que había alrededor para sentarse a disfrutar de un café o una cerveza en las inmediaciones de la plaza.
Emprendimos la vuelta por lo que en la universidad se llama "La calle de los bares" y luego atravesamos un parque lleno de árboles para acudir a la oficina de correos. Ya en la vuelta a casa caminando por la calle paralela a la calle mayor, cerca de la judería, nos encontramos con un amigo mío de la infancia que lleva viviendo un año en Segovia y fue él, quien me recomendó esta bonita y entretenida ciudad.
Como dije al principio, tengo en mi cabeza el recuerdo de muchos paseos por Segovia, pero este paseo con ella, lo recuerdo de una forma especial. Ya sea por que nos recorrimos la ciudad de una punta a la otra paseando por los lugares más emblemáticos de la vida del día a día o simplemente porque la compañía de ese día fue la mejor.
Martín Pedro Polonsky
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